El próximo sábado 1° de marzo los cristianos evangélicos de
Argentina nucleados en ACIERA (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la
República Argentina) decidimos hacer lo que nos enseñan las Sagradas
Escrituras, y proclamar un “DIA DE ARREPENTIMIENTO NACIONAL”. En cada ciudad
del país, las iglesias se unirán en oración y ayuno para expresar públicamente
ese sentir. Estamos convencidos que no hay otra forma para que un pueblo sea
prosperado y restaurado, que no sea volverse a Dios y buscar Su oportuno
socorro. Necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados como nación, humillarnos
y clamar por Su misericordia. Si lo hacemos, Dios promete sanar nuestra tierra
y restaurarnos. (2 Crón.7:14; Neh.1:6-9)
Nos arrepentimos como argentinos:
… por nuestro orgullo en haberle dado la espalda a nuestro
Creador. (Ro.1:21,25)
… por nuestra rebeldía en desobedecer Sus mandamientos. (Is.
30:9; Dn.9:5)
… por dejar de lado los mandatos de Dios para la familia.
(Ef.6:1-4)
… por no proteger a nuestros niños y adolescentes en sus
derechos básicos. (Lam.2:19)
… por la violencia encarnada en todos los órdenes de la
sociedad.(Sal.74:20)
… por permitir que la droga avance y cause tanto daño a
nuestros jóvenes. (1 Cor.6:19-20)
… por mentirnos entre nosotros mismos y al mundo. (Is.59:12-13)
… por la codicia y la mala administración de los recursos
del país. (Is.57:17-18)
… por consentir la injusticia y el abuso de los más débiles.
(Jer.6:7)
… por la inmoralidad, los abusos sexuales y la trata de
personas. (Mt. 25:40)
… por la traición y el robo entre hermanos habitantes de un
mismo suelo. (Miq.7:2)
… por la corrupción y la falta de integridad en nuestras
acciones. (Is. 10:1-2)
… por la apatía e indiferencia hacia los problemas sociales.
(Sgo.1:27)
Nos convocamos en lugares públicos, a estar presentes con
nuestras familias en unidad, como lo ha marcado la historia bíblica, en todos
los escenarios en donde una nación debía ser levantada de su condición moral,
social y espiritual. Reunidos en distintos puntos del país, un mismo día, con
un mismo sentir, con una misma voz, como un solo Cuerpo, el de Cristo que somos
y representamos.
“Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se reunió en
la plaza. Confesaron públicamente sus propios pecados y la maldad de sus
antepasados, y asumieron así su responsabilidad”.
Nehemías 8:1 y 9:2-3